Diego Armando Maradona murió a los 60 años después de sufrir una descompensación en su domicilio (miércoles 25 de noviembre de 2020).
En esa era de triunfos morales de la Selección Colombia de hace 40 años, encontramos refugio en el fútbol de Diego Maradona. El 10 fue adorado y venerado por una generación que a la distancia se emocionó con triunfos ajenos.
No está claro cuando lo dijo o si hace parte de las tantas leyendas que lo acompañan en la inmortalidad. Pero con la frase de “El Diego de la gente” nos acercó a su corazón. Una bienvenida formal a ese fervor cultivado antes por el Napoli y el Mundial de México 1986.
La manera en que sintió y se expresó con la pelota, inspiró a ese fútbol colombiano ochentero. Igualado en su técnica pero sin el atrevimiento para desafiar del que tanto disfrutaba Maradona, tardó años para mirarlo a la cara. Otra manera de respetar a los ídolos. De admirarlos.
Con fantasía, desenfado y autoridad propias del 10, Colombia respondió en el estadio Monumental a una de sus tantas contradicciones con las que provocó. Se rindió ante el 0-5 con aplausos desde la tribuna.
Ya retirado, disfrutamos de los elogios que repartió para los nuestros en el fútbol argentino. Oscar Córdoba, Jorge Bermúdez, Mauricio Serna, Fabián Vargas, Amaranto Perea, Edwin Cardona y otros tantos, lo hicieron feliz con los títulos de su Boca amado. Cada reconocimiento para René Higuita, Carlos Valderrama, Falcao García, se sintió como una caricia.
Llevaba la celeste y blanca pero en realidad sentimos que jugaba con la camiseta de todos. La de los latinoamericanos, la que había que ponerse en las causas perdidas, con la que todo era posible, porque lo hizo en cada cancha.
Así nos demostró que era el Diego de la gente. Una promesa para siempre.